miércoles, septiembre 27, 2006

Personal: Soy torpe, ¿y qué?

¿Quién no conoce a algún torpe? Porque los hay de todo tipo, forma y pelaje. Los hay que lo son caminando, los hay que lo son con el bricolage, los hay que lo son con lo tocante a la microtecnología... La lista es interminable.

Pues bien, yo también soy un torpe. Uno de esos de las microtecnologías. Contrariamente a lo que aparentaría para la gente que me conoce, una persona que se defiende con soltura con los mal llamados ordenadores, todos esos nuevos aparatitos que se han hecho tan comunes en la vida actual, me superan. Y no veaís hasta que punto. Os contaré la última.

Hace mas de un año que soy el "orgulloso" poseedor de uno de esos aparatejos llamados móviles. Con su pantallita, su menu gráfico con iconitos que creía que serviría para hacer mas humano mi trato hacia él, sus botoncitos que están pensados para gente que no tiene morcillas por dedos, y por supuesto, todo ese enorme abanico de funcionalidades que algún día alguien me tendrá que explicar para que las quiere la mayoría de la gente.

¿A que se nota el cariño que le tengo? :-)

Pues a lo que iba, por motivos que están fuera de lugar el contarlos aquí, me vi obligado a ponerme en contacto con un amigo para que me imprimiera un documento de forma urgente.

No, no tengo impresora. Si, si, vivo en la época de Atapuerca...

En fin, tenía que llamarlo por teléfono para ver si me podía hacer ese favor. Y tate aquí que se me ocurrió la genial idea de usar mi fantástico móvil para hacer esa llamada. ¿Por qué se me tuvo que ocurrir algo así? Después de un año y pico de inmaculado record de no hacer ni una sola llamada con él, se me mete en la cabeza que ese trastito en realidad puede servir de teléfono y no como pisapapeles o ese algo que pisan los papeles.

Os puedo jurar que me lo tome con la mayor ilusión del mundo, con una sonrisa de satisfacción en la cara... pero que poco me duró. Rápido descubrí que estas cosas se hacen en la intimidad del hogar y no en medio de una calle por la que iba dando un paseo.

Saqué el móvil del bolsillo, lo encendí, meti el pin de seguridad para que funcione (aquí pase un momento de tensión, porque después de tanto tiempo sin encenderlo creía que se me había olvidado), me deleite con una animacioncilla que tiene mientras carga todo el software que necesita para funcionar, y cuando estaba listo para hacer la llamada... me doy cuenta que no me acuerdo como se hacía para marcar el número y llamar.

Mi sonrisa se convirtió en una mueca de circustancias y empece a tomar, poco a poco, el color de un tomate.

Me metí en menus, me metí en listas de llamadas perdidas, llamadas realizas, las de los sms, las de los mms, lo que no acerte fue a caer en la de los juegos, porque en ese caso, al menos habría hecho una pausa para soltar una poca de la adrenalina que poco a poco empezaba a circular por mis venas en cantidades alarmantes.

Tanto toqueteé el trasto que al final no sabía ni como volver a ponerlo como al principio. Por dios, que ganas de estamparlo contra una pared y de esa forma terminar con mi agonía. Supongo que mi orgullo me impidió hacer eso. Si todo el mundo maneja un móvil no seré yo el único patoso que no sea capaz de hacerlo.

En ese momento creo que se alinearon cinco planetas en una galaxia lejana, y la diosa fortuna anidó en mí: con dos toques de teclas conseguí volver al estado inicial del móvil y hacer que apareciera un número en pantalla que indicaba la forma en que se marcaban los teléfonos.

Nuevo cambio de rictus, esta vez a uno de alivio, con resoplido incluido, pero los colores no se fueron, no señor...

Introduje el número de teléfono, pulsé la tecla verde (si, aquí la intuición funcionó, verde para marcar, roja para colgar...)... y comenzó el circo. Acerque el auricular a la oreja, pero me dió la impresión de que el microfono quedaba fuer del alcance de mi boca, entonces lo moví hasta dejarlo en una distancia intemedia. No debía tenerlo bien cojido porque se me giró, y con las morcillas que la genética me otorgo por dedos (papis os quiero mucho, pero este don os lo podíais haber quedado en propiedad) pulse o casualidades la combinacion adecuada de teclas y movimientos del minimando que tiene para navegar y desactive el micrófono.

Todo esto mientras el proceso de llamada continuaba.

Mi amigo descolgó el teléfono, pregunto cuatro veces quien era, y antes de la quinta, y yo trataba de volver a activar el micrófono con esa forma tan nuestra que tenemos los españolitos de hacer las cosas, es decir, pulsando a lo loco todos los botones que vemos, consiguiendo con ello colgar mi teléfono e interrumpir la llamada.

Si señor, el torpe en plena acción. Demostrandose a si mismo que si hay un dios, éste no lo llamo por el camino de usar los móviles, que con el tam-tam o una hoguera sería mil veces mas feliz. ¿Será posible? Cuanta frustración y vergüenza en un lapso de cinco minutos.

Para terminar, huelga decir aquí que poco después mi amigo me devolvió la llamada y le pude pedir el favor, con lo que todo terminó felizmente. Menos mal que mi amigo no es un torpe para estas cosas, como lo soy yo. :-)